Conociendo la escuela

Era sábado por la mañana. Hacía un día espléndido, por lo que dento del castillo no había ni un alma. Todos los almnos, almenos eso me pareció a mi, estaban disfrutando del día en los jardines o en el lago, podía verlo por las ventanas. Pero a mí me pareció el dia ideal para recorrer el castillo sin que nadie me sacara de mis pensamientos.

Anduve un rato, fijándome en cada cuadro, cada estatua, cada marca en la pared y en el suelo, pero de pronto me di cuenta de que había vuelto a mi punto de partida, había dado una vuelta en círculo. Suspiré y escogí otro pasillo, al cabo de un rato andando dejé de fijarme por donde iba y me sumí en lo mas profundo de mis pensamientos.

Pensé en todo lo que había pasado los días anteriores. Pensé en Lilith, en Alexa....pensé un poco en lo que había aprendido, y luego me detuve a pensar de nuevo en las dos chicas. Alexa me atraía físicamente, era muy guapa, tenía buen cuerpo, y sabía como hacer hervir a un hombre, sin embargo Lilith....aquello era diferente, aunque seguía sin ser capaz de aclarar mis emociones. Sentía algo por ella, eso seguro.

Luego mis pensamientos llegaron a un punto de no retorno, pensé en ella, la chica a la que más habia querido, mi mejor amiga, mi confidente, mi consejera....ella lo era todo, el amor que sentía por ella iba mucho más allá del que siente una pareja...ella...ella era parte de mí, pero se había ido, se había ido y no volvería...

Seguí andando cabizbajo mientras dos incontenibles lágrimas surcaban mis mejillas....

Cuando Lilith chocó conmigo iba tan enfrascado en mis pensamientos que apenas me di cuenta. Me agaché a recoger el libro con amabilidad, aunque más bien parecía un autómata. Aún no la había mirado, no sabía quién era hasta qué habló. No hizo falta que ella me reconociera, solo con escuchar su voz sabía de quién se trataba y ya era demasiado tarde para ocultar mis lágrimas.

Me abrazó y me pilló por sorpresa, por lo que tardé unos segundos en reaccionar, no pude responder, pero no quería que se fuera, así que rodeé su cintura con mis brazos y la abracé como si fuese la última vez que pudiese abrazar a alguien importante...a alguien especial.

Esbocé una triste sonrisa cuando me besó en la frente. Me alejé de ella y me apoyé en la pared más cercana,dejándome caer hasta quedar sentado en el suelo. Restregué mis ojos con mis manos para terminar de secar mis lágrimas, aunque eso hizo que se me pusieran más rojos de lo que ya estaban. Miré a Lilith desde el suelo, la verdad era que me gustaba mucho. Esbocé una sonrisa al encontrarme con sus preciosos ojos.

- No es nada, enserio, solo estaba recordando... - dije tratanto de convencerla, aunque dudé que lo consiguiera.

Me tensé un poco cuando se acercó tanto a mí, pero estaba muy agusto. Se me antojó besarla pero decidí que era mejor contarle primero lo que me ocurría y luego dejar que el momento decidiese lo que pasaría.

- Bueno, confío en ti... - comencé - estaba recordando a mi mejor amiga...ella...ella era parte de mí, mi confidente, mi apoyo, mis ganas de luchar, me daba todo lo mejor que puede darte una persona. La echo mucho de menos, ella es lo más parecido que he conocido del amor, solo que ella significaba mucho más para mí, poca gente entendía lo que ella significaba para mí; muchos creían que erámos pareja, pero la verdad es que ella tenía su novio, nosotros solo éramos amigos...pero ella murió.... - no pude continuar, mis ojos volvieron a encharcarse en lágrimas

La miré y me perdí en sus ojos. Por inercia sequé mis lágrimas.

- Hace un año - dije.

Volví a secar mi cara con la manga de mi camisa. Me sentía mucho mejor después de haberlo contado. Sonreí con dulzura y me acerqué a su cara. Solo moví la boca en un silencioso gracias para que me leyera los labios y comencé a besar su mejilla, acercándome peligrosamente a la comisura de su boca...

Cuando se apartó pensé que la había molestado y me sonrojé por mi atrevimiento. Debí suponer que era una especie de despecho, pero no, no quería que pensara eso pues realmente me gustaba. Apreté sus manos en un gesto cariñoso y torcí el gesto en media sonrisa.

- Gracias, de verdad, eres una buena amiga - dije sinceramente - Tranquila, no haré ninguna tontería, ninguna que no haga habitualmente - comenté riendo, luego volví a ponerme serio - De verdad, gracias por estar aquí, conmigo.

No pude más que darle un fuerte abrazo transmitiéndole todo el cariño que le había cogido en tan poco tiempo.

Di un respingo cuando oí una voz extraña a mis espaldas. Me giré y vi a una chica que no había visto antes, tampoco me había fijado mucho en la gente, pero por su saludo parecía nueva. Instintivamente le agarré la mano a Lilith y la presioné un poco afectivmente antes de contestarle a aquella chica.

- Hola, Mia, yo soy Ryan - respondí, quizá algo más seco de lo que era habitual en mí, pero adoraba pasar el tiempo a solas con Lilith, carraspeé un poco para calmar mi secedad y respondí más amablemente - creo que estamos más o menos en el quinto piso...no estoy seguro, tampoco conozco bien la escuela.

-mmm, no se supongo que seguire bagando- respondi viendo hacia los dos lados de un pasillo -gracias- los vi a ambos y segui caminando hasta que me perdi de vista-

Observé como Mia se fue, siguió andando como si nunca se hubiera cruzado con nosotros, como si nada pudiera atravesar su aura. Pese a que, en cierto modo, nos había interrumpido, no me había parecido mala chica, tal vez me la cruzara en otro momento y pudieramos hablar.


Luego miré a Lilith y también me encigí de hombros. Sonreí. Me encontraba mucho mejor que hacía un rato, y por supuesto mejor aún porque ella estaba conmigo.


De pronto una idea descabellada cruzó mi mente. No sabía si Lilith tenía cosquillas o no, o si le iba a molestar que se las hiciese, pero creí que era el momento de arriesgarme. Me parecía una manera de demostrarle que había confianza entre los dos.

Me acerqué a Lilith en silencio, mirándola con un deje de deseo en los ojos. Me mordí levemente el labio. Cuando llegué a su altura coloqué ambas manos en su cintura y me acerqué un poco como para darle un beso. Cuando nuestros labios se encontraban a escasos centímetros sonreí con picardía y empecé a acerle cosquillas.

De pronto caimos al suelo. Me había contagiado su risa así que ahora yo también reía abiertamente. Me ponía nervioso tenerla encima. El contacto de su cuerpo contra el mío haciese que cada uno de mis músculos se tensaran y se me pasaran por la mente todo tipo de imágenes salvo imágenes angelicales. Le devolví la sonrisa y no pude evitar morderme el labio sensualmente. No fui capaz de responderle, pero hice un gesto como para que me soltase las manos, aunque poco convincente y sin fuerza. Recorrí su rostro con mi mirada, deteniéndome en sus labios. ¡Cómo me provocaba esa boca! Seguí bajando mi mirada por su cuerpo, despacio, tratando de memorizar cada rincón; bajé hasta donde la vista me permitía y volví a mirarla a los ojos mientras un leve suspiro incontenible se escapaba de entre mis labios.

Aquello fue demasiado para mí, mi cuello era la zona más sensible de mi cuerpo, y la que más sensaciones era capaz de causar en mí con el mínimo roce. Noté como un intenso calor comenzó a subirme desde los pies hacia la cabeza, concentrándose sobretodo entre mis piernas. Enrojecí ante este echo, pero coloqué mis manos suavemente sobre sus caderas y casi inconscientemente presioné un poco hacia abajo para que quedase completamente pegada a mí.


No fui capaz de responder a su comentario, pero un sonoro suspiro escapó de entre mis labios.

Quise soltarla pero algo dentro de mí me lo impedía. Traté de centrarme pues un comportamiento así no era propio nisiquiera de un chico como yo.


- No te vayas - susurré como pude.


Llevé una de mis manos a su espalda y la otra la apoyé en el suelo para poder incorporarme, haciendo que nuestros cuerpos quedasen a escasos centímetros de distancia y la miré con deseo, teniendo los labios entreabiertos respirando entrecortadamente.

Se movió y eso hizo que mi calor corporal aumentara de sobremanera. Agarró mis manos y me miró a los ojos. Definitivamente me volvía loco.


Presioné suavemente su espalda para acercarla aún más a mí y la besé. Con ansia y deseo, recorriendo cada rincón de su boca con mi lengua, memorizando cada recoveco, disfrutando del calor de su boca, mordiendo levemente su labio inferior de vez en cuando. Algo me decía que debía soltarla, pues estábamos en público y nos podíamos llevar un buen castigo si nos pillaba algún profesor, pero quería arriesgarme, no era del todo consciente de mis actos, solo sabía que estaba mejor imposible en ese momento.